En Peón Ocho leemos libros, vemos series y analizamos ficciones con una lupa propia. Lo cotidiano y lo simbólico se entrelazan en cada entrada. Porque la cultura también se juega.
lunes, 26 de mayo de 2025
jueves, 22 de mayo de 2025
La arqueóloga que escucha el pasado: un análisis antropológico de Nico Robin.
Desde pequeña, Nico Robin aprendió que saber puede costarte la vida. En el
universo de One Piece —donde la aventura navega entre mares y mitologías— Robin
se destaca como una figura singular: no es una guerrera impulsiva, sino una
arqueóloga silenciosa, atenta a las voces antiguas que el poder quiso borrar.
Este post no busca hacer una ficha de personaje,
sino leer a Robin como lo haría una antropóloga cultural: como una mujer que
escarba en los escombros de la historia para desenterrar lo prohibido. Una
heredera de saberes silenciados. Una etnógrafa del mundo perdido.
El pasado como herencia viva
Nico Robin proviene de Ohara, una isla de eruditos arrasada por el Gobierno
Mundial por el simple hecho de querer entender el pasado. Desde niña, Robin
hereda el impulso de su madre y de los ancianos de su pueblo: la búsqueda del
verdadero relato de la historia. ¿Qué se esconde en los siglos de vacío que
nadie quiere contar? ¿Quién decide qué se recuerda y qué se borra?
Aquí es donde su figura se vuelve antropológica: Robin no solo interpreta jeroglíficos antiguos (los Poneglyphs), también porta la memoria cultural de una civilización. Su lectura no es técnica, es existencial. Ella sabe que conocer el pasado es peligroso, pero también es urgente.
Escuchar lo que fue, resistir lo que es
Desde una mirada antropológica, la historia no es una secuencia de fechas sino
un tejido simbólico. Robin lo entiende y lo habita. No acumula datos:
interpreta signos, reconoce genealogías, conecta pueblos. Es una lectora de
huellas.
Como afirma el antropólogo Michel-Rolph
Trouillot, “el silencio también es parte del proceso histórico”. Robin encarna
esa tensión: su existencia molesta porque desentierra lo que otros quisieron
enterrar para siempre.
Una viajera del tiempo (sin máquinas del tiempo)
Su capacidad de leer Poneglyphs no la convierte en una simple erudita, sino en
una portadora de memoria. Ella no inventa la historia: la escucha. Su poder es
raro, único, temido. Y, como suele pasar, la hace perseguida.
Pero Robin también es una sobreviviente. La antropología feminista nos recuerda que toda reconstrucción del pasado es también un acto político. En ese sentido, Nico Robin no es solo una buscadora de ruinas: es una mujer que rehace su identidad en el presente, con lo que recuerda, con lo que eligió no olvidar.
En tiempos donde todo parece inmediato, Robin nos recuerda que hay cosas que
solo se revelan si sabemos escuchar. Ella no grita: traduce. No impone: indaga.
Y en esa búsqueda del pasado, se convierte en algo más que una arqueóloga: una
cronista silenciosa de todo lo que una vez fuimos y podríamos volver a ser.
martes, 20 de mayo de 2025
Las figuras femeninas en "El Eternauta".
El reloj marca la hora impía, y allí se dará el comienzo de lo que luego se transformará en una de las historias que a la manera de Juan Salvo, un héroe improvisado, ente tantos otros, errante extenuado por el viaje y el tiempo, atravesará décadas para llegar a convertirse en canon. Ese recorrido agotador y persistente, no es solo narrativo: es existencial. Salvo es un transhumante de la memoria, un sujeto desplazado que, tras la catástrofe ya no pertenece a ningún lugar, se mueve entre mundos, tiempos y versiones buscando una imposible restitución de lo perdido.
A partir de allí nace el punto de quiebre entre la
historieta El Eternauta, de Héctor Germán Oesterheld con dibujos de Francisco
Solano López, y la serie, debido a que se introduce una diferencia que es clave,
la desaparición de la figura del propio Oesterheld como narrador y solo
prevalecerá, al menos en la primera parte de la serie, la de Salvo -quien está
separado y tiene una hija adolescente- que sigue jugando al truco en la buhardilla,
aunque ya no sea suya sino de Favalli.
Con estos cambios advertimos que son varios los
eventos que se distancian de la obra real, lo cual es esperable: los lectores entendemos
que una adaptación implica transformación. ¿Que si se respeta la idea original?
En lo esencial, sí. Y celebro que se haya adaptado a nuestro tiempo, con sus
propios conflictos para despertar resonancias nuevas en quienes miramos hoy lo
que otros leyeron en los inicios.
Y como lo mejor siempre llega al final, hay un
elemento que considero fundamental destacar y es el tratamiento de la figura de
los personajes femeninos. En la obra original Elena no se encuentra separada de
Juan, de hecho, son un matrimonio muy unido y feliz y tienen una pequeña hija,
Martita (en la serie es Clara). Como mujer, Elena, cumple ese rol asignado
“naturalmente” que es la espera, la entrega abnegada al hogar y a un no hacer
más allá de ese ámbito. En la serie vemos algo totalmente distinto, Elena es
una mujer de armas tomar, quien en más de una ocasión salva las papas del
fuego, por no decir a Juan, lo cual no es tarea menor si pensamos que se
presenta como la figura principal, es decir que Elena es también protagonista.
A su lado aparecen Ana, mujer de Favalli, e Inga -ambas féminas personajes
ausentes de la historieta- una joven venezolana que la primera noche de la
nevada reemplaza a su hermano en el reparto de comida a domicilio, salvando así
su vida, sin saberlo, del acecho de los “mensajeros de la muerte”. Tres
mujeres que no solo participan, sino que actúan, deciden y marcan el rumbo de
la historia.

.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)
.jpg)

