jueves, 22 de mayo de 2025

La arqueóloga que escucha el pasado: un análisis antropológico de Nico Robin.



Desde pequeña, Nico Robin aprendió que saber puede costarte la vida. En el universo de One Piece —donde la aventura navega entre mares y mitologías— Robin se destaca como una figura singular: no es una guerrera impulsiva, sino una arqueóloga silenciosa, atenta a las voces antiguas que el poder quiso borrar.

Este post no busca hacer una ficha de personaje, sino leer a Robin como lo haría una antropóloga cultural: como una mujer que escarba en los escombros de la historia para desenterrar lo prohibido. Una heredera de saberes silenciados. Una etnógrafa del mundo perdido.

El pasado como herencia viva

Nico Robin proviene de Ohara, una isla de eruditos arrasada por el Gobierno Mundial por el simple hecho de querer entender el pasado. Desde niña, Robin hereda el impulso de su madre y de los ancianos de su pueblo: la búsqueda del verdadero relato de la historia. ¿Qué se esconde en los siglos de vacío que nadie quiere contar? ¿Quién decide qué se recuerda y qué se borra?

Aquí es donde su figura se vuelve antropológica: Robin no solo interpreta jeroglíficos antiguos (los Poneglyphs), también porta la memoria cultural de una civilización. Su lectura no es técnica, es existencial. Ella sabe que conocer el pasado es peligroso, pero también es urgente.

Escuchar lo que fue, resistir lo que es

Desde una mirada antropológica, la historia no es una secuencia de fechas sino un tejido simbólico. Robin lo entiende y lo habita. No acumula datos: interpreta signos, reconoce genealogías, conecta pueblos. Es una lectora de huellas.

Como afirma el antropólogo Michel-Rolph Trouillot, “el silencio también es parte del proceso histórico”. Robin encarna esa tensión: su existencia molesta porque desentierra lo que otros quisieron enterrar para siempre.

Una viajera del tiempo (sin máquinas del tiempo)

Su capacidad de leer Poneglyphs no la convierte en una simple erudita, sino en una portadora de memoria. Ella no inventa la historia: la escucha. Su poder es raro, único, temido. Y, como suele pasar, la hace perseguida.

Pero Robin también es una sobreviviente. La antropología feminista nos recuerda que toda reconstrucción del pasado es también un acto político. En ese sentido, Nico Robin no es solo una buscadora de ruinas: es una mujer que rehace su identidad en el presente, con lo que recuerda, con lo que eligió no olvidar.

En tiempos donde todo parece inmediato, Robin nos recuerda que hay cosas que solo se revelan si sabemos escuchar. Ella no grita: traduce. No impone: indaga. Y en esa búsqueda del pasado, se convierte en algo más que una arqueóloga: una cronista silenciosa de todo lo que una vez fuimos y podríamos volver a ser.

 

Alejandra Porchiia ❤

martes, 20 de mayo de 2025

Las figuras femeninas en "El Eternauta".



El reloj marca la hora impía, y allí se dará el comienzo de lo que luego se transformará en una de las historias que a la manera de Juan Salvo, un héroe improvisado, ente tantos otros, errante extenuado por el viaje y el tiempo, atravesará décadas para llegar a convertirse en canon. Ese recorrido agotador y persistente, no es solo narrativo: es existencial. Salvo es un transhumante de la memoria, un sujeto desplazado que, tras la catástrofe ya no pertenece a ningún lugar, se mueve entre mundos, tiempos y versiones buscando una imposible restitución de lo perdido.

A partir de allí nace el punto de quiebre entre la historieta El Eternauta, de Héctor Germán Oesterheld con dibujos de Francisco Solano López, y la serie, debido a que se introduce una diferencia que es clave, la desaparición de la figura del propio Oesterheld como narrador y solo prevalecerá, al menos en la primera parte de la serie, la de Salvo -quien está separado y tiene una hija adolescente- que sigue jugando al truco en la buhardilla, aunque ya no sea suya sino de Favalli.

Con estos cambios advertimos que son varios los eventos que se distancian de la obra real, lo cual es esperable: los lectores entendemos que una adaptación implica transformación. ¿Que si se respeta la idea original? En lo esencial, sí. Y celebro que se haya adaptado a nuestro tiempo, con sus propios conflictos para despertar resonancias nuevas en quienes miramos hoy lo que otros leyeron en los inicios.

Y como lo mejor siempre llega al final, hay un elemento que considero fundamental destacar y es el tratamiento de la figura de los personajes femeninos. En la obra original Elena no se encuentra separada de Juan, de hecho, son un matrimonio muy unido y feliz y tienen una pequeña hija, Martita (en la serie es Clara). Como mujer, Elena, cumple ese rol asignado “naturalmente” que es la espera, la entrega abnegada al hogar y a un no hacer más allá de ese ámbito. En la serie vemos algo totalmente distinto, Elena es una mujer de armas tomar, quien en más de una ocasión salva las papas del fuego, por no decir a Juan, lo cual no es tarea menor si pensamos que se presenta como la figura principal, es decir que Elena es también protagonista. A su lado aparecen Ana, mujer de Favalli, e Inga -ambas féminas personajes ausentes de la historieta- una joven venezolana que la primera noche de la nevada reemplaza a su hermano en el reparto de comida a domicilio, salvando así su vida, sin saberlo, del acecho de los “mensajeros de la muerte”. Tres mujeres que no solo participan, sino que actúan, deciden y marcan el rumbo de la historia.

 

Alejandra Porchiia