martes, 5 de agosto de 2025


Harry o el intento imposible de encarnar el Ideal

Cuerpos masculinos y mercado del afecto en Materialistas


En Materialistas (2025), Céline Song no solo deconstruye la figura de la mujer dentro del mercado del afecto: también expone las fisuras del cuerpo masculino que intenta, y falla, en su esfuerzo por representar la figura del "ideal". Harry (Pedro Pascal) es millonario, sofisticado, sensible, generoso, pero hay algo que lo vuelve inadecuado en el mundo que él mismo habita: su cuerpo no encaja.

Harry se rompió los huesos para crecer unos centímetros. La frase aparece en la película como una revelación íntima, pero no es anecdótica: es el corazón del personaje. En una sociedad donde el amor se negocia, y los hombres ricos compran acceso al deseo a cambio de estatus y protección, Harry necesita ajustarse físicamente a la norma. No alcanza con tener dinero; debe tener también altura, raza, linaje y presencia. Harry compra parte de eso con cirugía, pero lo demás no lo puede modificar: su cuerpo es moreno, su acento y sus gestos no pertenecen a la elite blanca neoyorquina que intenta cortejar.

La directora lo encuadra siempre como un cuerpo fuera de lugar, incluso en los momentos donde debería brillar. La escena en que baila en la gala de beneficencia no lo muestra dominante ni central: aparece feliz pero vulnerable, casi torpe, como si intentara ocupar un lugar que nunca le es del todo propio. El cuerpo de Harry recuerda que el patriarcado también produce víctimas dentro del campo masculino, especialmente cuando el modelo a cumplir es inalcanzable. Como diría Paul B. Preciado, el cuerpo se convierte en una tecnología de ajuste: se moldea, se reconfigura, se adapta a un mercado de deseo que lo supera.

Pero Harry no es un “aliado” ni un “hombre bueno” en términos ingenuos. Es un personaje profundamente complejo: tiene poder, sí, pero también tiene miedo a mostrarse vulnerable. Su riqueza no lo salva de ser descartado por la mirada blanca que no lo reconoce como propio. Intenta compensarlo con romanticismo, con sensibilidad, con gestos cuidados, pero incluso en su vínculo con Lucy queda claro que, aunque él ofrece amor, también busca valor. Su deseo por Lucy no es desinteresado: necesita que ella lo confirme como deseable, como correcto, como suficiente.

Recordemos cuando se confiesa con Lucy y le dice: “El cuerpo es como un departamento, uno invierte para recuperar valor, simplemente uno vale más.” La frase no se refiere sólo a la altura: es una confesión de clase, de raza, de deseo.  “Valer más” es pertenecer a un club simbólico que le fue negado desde siempre. Pero también es violencia: nadie se rompe los huesos sin dolor, sin miedo, sin costo. En ese gesto quirúrgico y cruel, Harry sintetiza toda la lógica del mercado romántico contemporáneo: nadie accede al amor sin sacrificar parte de su cuerpo, de su historia, de su verdad.

Lucy lo ve y, en lugar de enamorarse de su vulnerabilidad, lo reconoce como par. Ella también se rompió simbólicamente: se ofreció como cuerpo negociable en una economía donde las mujeres son elegidas por su capital erótico o social. Ambos están rotos. Ambos, a su modo, actúan. La diferencia es que Harry cree que aún puede ganar; Lucy ya sabe que lo único que queda es sostenerse dignamente.


Epílogo: un príncipe fuera del cuento

Harry es la inversión del “príncipe azul”: tiene el castillo, el dinero, el deseo, pero no el cuerpo correcto. Song lo construye como un sujeto híbrido: sensible pero artificial, amoroso pero funcional, poderoso pero expulsado. En él, la película evidencia que incluso en la cima del sistema capitalista afectivo, la norma blanca sigue siendo soberana. Ni el dinero ni el amor genuino bastan cuando el cuerpo no encaja en la gramática del poder.

Harry no es el villano. Tampoco es el héroe. Es apenas un hombre que lo intentó todo para pertenecer. Pero en Materialistas, eso nunca alcanza.


Alejandra Porchiia

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario