Harry o el intento imposible de encarnar el Ideal
Cuerpos masculinos y mercado del afecto en Materialistas
En Materialistas
(2025), Céline Song no solo deconstruye la figura de la mujer dentro del
mercado del afecto: también expone las fisuras del cuerpo masculino que
intenta, y falla, en su esfuerzo por representar la figura del
"ideal". Harry (Pedro Pascal) es millonario, sofisticado, sensible,
generoso, pero hay algo que lo vuelve inadecuado en el mundo que él mismo
habita: su cuerpo no encaja.
Harry se
rompió los huesos para crecer unos centímetros. La frase aparece en la
película como una revelación íntima, pero no es anecdótica: es el corazón del
personaje. En una sociedad donde el amor se negocia, y los hombres ricos
compran acceso al deseo a cambio de estatus y protección, Harry necesita ajustarse
físicamente a la norma. No alcanza con tener dinero; debe tener también altura,
raza, linaje y presencia. Harry compra parte de eso con cirugía, pero lo demás
no lo puede modificar: su cuerpo es moreno, su acento y sus gestos no
pertenecen a la elite blanca neoyorquina que intenta cortejar.
La
directora lo encuadra siempre como un cuerpo fuera de lugar, incluso en
los momentos donde debería brillar. La escena en que baila en la gala de
beneficencia no lo muestra dominante ni central: aparece feliz pero vulnerable,
casi torpe, como si intentara ocupar un lugar que nunca le es del todo propio.
El cuerpo de Harry recuerda que el patriarcado también produce víctimas
dentro del campo masculino, especialmente cuando el modelo a cumplir es
inalcanzable. Como diría Paul B. Preciado, el cuerpo se convierte en una
tecnología de ajuste: se moldea, se reconfigura, se adapta a un mercado de
deseo que lo supera.
Pero Harry
no es un “aliado” ni un “hombre bueno” en términos ingenuos. Es un personaje
profundamente complejo: tiene poder, sí, pero también tiene miedo a
mostrarse vulnerable. Su riqueza no lo salva de ser descartado por la
mirada blanca que no lo reconoce como propio. Intenta compensarlo con
romanticismo, con sensibilidad, con gestos cuidados, pero incluso en su vínculo
con Lucy queda claro que, aunque él ofrece amor, también busca valor. Su deseo
por Lucy no es desinteresado: necesita que ella lo confirme como deseable, como
correcto, como suficiente.
Recordemos
cuando se confiesa con Lucy y le dice: “El cuerpo es como un departamento, uno invierte para recuperar valor,
simplemente uno vale más.” La frase no se refiere sólo a la altura: es
una confesión de clase, de raza, de deseo. “Valer más” es pertenecer a un
club simbólico que le fue negado desde siempre. Pero también es violencia:
nadie se rompe los huesos sin dolor, sin miedo, sin costo. En ese gesto
quirúrgico y cruel, Harry sintetiza toda la lógica del mercado romántico
contemporáneo: nadie accede al amor sin sacrificar parte de su cuerpo, de su
historia, de su verdad.
Lucy lo ve
y, en lugar de enamorarse de su vulnerabilidad, lo reconoce como par. Ella
también se rompió simbólicamente: se ofreció como cuerpo negociable en una
economía donde las mujeres son elegidas por su capital erótico o social. Ambos
están rotos. Ambos, a su modo, actúan. La diferencia es que Harry cree que aún
puede ganar; Lucy ya sabe que lo único que queda es sostenerse dignamente.
Epílogo: un príncipe fuera del cuento
Harry es la
inversión del “príncipe azul”: tiene el castillo, el dinero, el deseo, pero no
el cuerpo correcto. Song lo construye como un sujeto híbrido: sensible pero
artificial, amoroso pero funcional, poderoso pero expulsado. En él, la película
evidencia que incluso en la cima del sistema capitalista afectivo, la norma
blanca sigue siendo soberana. Ni el dinero ni el amor genuino bastan cuando el
cuerpo no encaja en la gramática del poder.
Harry no es
el villano. Tampoco es el héroe. Es apenas un hombre que lo intentó todo para
pertenecer. Pero en Materialistas, eso nunca alcanza.

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