Materialistas: el mercado del afecto y los cuerpos fuera de norma.
Un análisis feminista del film de Céline Song.
Céline Song, directora de Materialistas (2024), construye una película en apariencia ligera pero profundamente corrosiva sobre el afecto como mercancía. La anécdota biográfica de Song como casamentera, lejos de ser un detalle menor, funciona como clave de lectura: los vínculos románticos no son libres, sino regulados por lógicas de mercado, clase y raza. En ese sentido, la protagonista Lucy (Dakota Johnson) encarna un personaje atravesado por la contradicción: se gana la vida organizando matrimonios funcionales mientras sobrevive como cuerpo fuera de catálogo en un mundo donde el deseo también cotiza en bolsa.
Lucy no es un personaje plano. Es un cuerpo lúcido, como sugiere su nombre, que transita el mundo con la conciencia brutal de que su única forma de entrar en el juego es adaptarse. No tiene riqueza, ni linaje, ni belleza normativa en los términos que exige la elite para sus mujeres. Tiene, en cambio, la capacidad de actuar, de leer al otro, de decir lo que se espera que diga. Esa actuación no es un disfraz: es su forma de habitar el mundo.
Escena 1: la novia que duda
La escena con Charlotte —una clienta que entra en crisis antes de casarse— condensa el corazón del conflicto. Charlotte dice: “Soy una mujer moderna, podría ser quien quiera, pero elegí ser una novia.” Este discurso, heredero del feminismo liberal, encubre la estructura opresiva bajo el ropaje de la libertad de elección. Pero enseguida se fisura: Charlotte se casa para humillar a su hermana. El deseo no es libre, sino condicionado por la competencia femenina. Lucy, lejos de juzgarla, la sostiene. Le devuelve la lógica del sistema con una frase quirúrgica: “Entonces te hace sentir valiosa.” La lógica afectiva capitalista: no importan los sentimientos, sino el valor simbólico que se obtiene al ser deseada, elegida, comprada. Simone de Beauvoir ya lo había dicho: no se nace mujer, se llega a serlo, bajo ciertas condiciones que garantizan esa conversión en objeto valioso.
Escena 2: Sophie y los cuerpos sin nicho
La conversación entre Lucy y su jefa acerca de Sophie es brutal: “Con ella la tenemos difícil. No hay mercado para ese cuerpo.” El cuerpo racializado, fuera de las normas hegemónicas de belleza, es expulsado del circuito del deseo. Acá la película roza una lectura interseccional potente: no solo se comercia con afecto, sino que hay cuerpos que ni siquiera califican para entrar en ese mercado. Como diría Sara Ahmed, ciertos cuerpos “no encajan” y, por lo tanto, no generan orientación afectiva ni posibilidad de reciprocidad: están fuera del mapa del amor.
Escena 3: el gesto de darse como única mercancía
Cuando Lucy le confiesa a Harry que no tiene nada que ofrecerle excepto su cuerpo, y que un hombre como él solo la desearía una vez, despliega el punto de quiebre de la película. Es un momento de vulnerabilidad cruda: su cuerpo, desgastado por el uso simbólico, ya ni siquiera garantiza acceso sostenido al deseo. Lo que ofrece, entonces, es su percepción de él: “Me hacés sentir valiosa.” Se invierte la escena de Charlotte: ahora ella es la que suplica valor simbólico a través de la mirada del otro. La estructura se repite: las mujeres se espejan, se intercambian roles, pero nunca logran escapar del sistema que las mide en términos de utilidad emocional o capital erótico.
Podemos leer este momento desde Silvia Federici: los cuerpos femeninos son terreno de disputa económica desde la acumulación originaria hasta la vida contemporánea. Lucy ofrece lo único que tiene: su capacidad de actuar y un cuerpo que sabe que ya no es novedad. Lo que pone en juego no es el amor, sino la supervivencia.
Conclusión:
Materialistas es una sátira disfrazada de comedia romántica. Bajo su superficie encantadora, late una crítica feroz al mercado del afecto, a la economía erótica contemporánea y a los modos en que las mujeres negocian su valor en un mundo que aún las mide como objetos de deseo o inversión simbólica. Lucy es camaleónica no por conveniencia sino por necesidad. No elige actuar: actúa para no desaparecer. Su “lucidez” no es iluminadora sino dolorosa: ve lo que hay y lo soporta con la dignidad de quien ya entendió que el amor, en este sistema, siempre tiene precio.
Alejandra Porchiia ❤

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