lunes, 20 de octubre de 2025

Ed Gein: el monstruo que nació del hogar

 




Lectura de la serie “Monstruo”

Ed Gein, conocido como el asesino de Plainfield, es presentado en la serie Monstruo con un perfil casi aniñado: su andar es lento, su habla pausada y su personalidad parece dominada por la timidez. Creció en un hogar profundamente opresivo, bajo la tutela de una madre ultrarreligiosa que le inculcó la idea de que el sexo con una mujer era pecado. Esa represión origina un trauma que se traduce en una disociación entre cuerpo y mente, en una supuesta desconexión de su sexualidad en palabras del protagonista.

Maternidad como eje del trauma

La madre de Ed vive agobiada por la crianza de los hijos y por la mala vida producto del casamiento con un hombre alcohólico, inútil y violento. Ella se vuelve sobreprotectora, coarta la libertad de sus hijos por miedo y resentimiento, pero su recelo es más fuerte con Ed debido a que al parecer es débil mental. En una escena impactante en la que discute con su esposo y este la golpea (Augusta le devuelve el golpe y lo echa) ella le grita a Ed que no debe tocar jamás a una mujer ni imponerle a una el peso de un hijo porque pasan cosas como lo que le ha sucedido a ella hasta ahora. Y sentencia: “debería castrarte”. Freud diría que hay aquí un desplazamiento del objeto del odio: lo que no puede ejercer sobre el marido —porque la ley patriarcal la subordina— lo ejerce sobre el hijo, donde sí tiene poder.
El resultado es un vínculo de ambivalencia extrema: lo ama y lo odia, lo protege y lo destruye, lo necesita y lo repudia.

En medio de esta loca dinámica familiar nos presentan a Alfred Hitchcock. Lo vemos como un observador que diluye las fronteras entre lo real y lo ficcional mientras piensa en cómo llevará a la pantalla grande el film Psicosis, basado en el libro de Robert Bloch. Ya tiene elegido a un actor capaz de encarnar a Norman Bates,que a su vez está inspirado en la figura de Gein: un hombre en estado liminal, invadido por los fantasmas del asesino en su fuero más íntimo.

A medida que avanzan los capítulos, Ed intenta liberarse del yugo maternal. Gracias a Adeline, con quien planea casarse, consigue un empleo de niñero. Sin embargo, lo pierde el mismo día: lleva a los niños a su casa sin el consentimiento de sus padres. Allí les muestra sus máscaras y hace trucos de magia, con un placer inquietante por el miedo ajeno. Ese gesto anticipa la violencia: más tarde secuestrará y asesinará a la antigua niñera de los niños en venganza por haberle quitado aquella oportunidad.

Hitchcock y el terror sexual

El estreno de Psicosis conmociona al público. La crudeza de la película marca una ruptura en la narrativa cinematográfica. En una escena, un personaje practica sexo oral mientras de fondo se proyecta el film: una superposición entre deseo y represión. El protagonista no quiere ser un monstruo; busca aceptación, pero su represión lo corroe y no es otro más que el actor que le da vida a Bates en el film.

Hitchcock, en una reflexión metacinematográfica, señala que la narrativa del cine ha cambiado: ahora triunfa el terror sexual y por ello, la audiencia también ha cambiado.

El cuerpo como monstruo contemporáneo

El salto a The Texas Chain Saw Massacre es inevitable. Leatherface, como Gein, encarna lo reprimido, lo que la sociedad busca ocultar, curar, silenciar. Su grito —“Soy una travesti lésbica y caníbal”— desarma las categorías binarias y revela una verdad brutal: los monstruos no se crean solos. Son producto de estructuras familiares, sociales y biológicas que dictan lo que un cuerpo “debe ser”.

El mandato del cuerpo

Adeline representa otro costado de la represión. Se entrega a un joven que desea algo que ella no puede darle, porque sueña con pertenecer al mundo del arte. Su madre la presiona para que se convierta en “una mujer del hogar”, pero Adeline resiste: busca el mando sobre su propio cuerpo-territorio.

En una escena conmovedora, la madre confiesa que intentó abortarla arrojándose por las escaleras. Surge entonces una pregunta que atraviesa toda la historia: ¿qué reciben las madres por soportar el dolor de criar? Adeline, desafiando los mandatos, besa a Ed con deseo. La maternidad no deseada vuelve a ocupar el centro del relato.

La escena del horror

El capítulo seis nos muestra a Bernice Worden, una mujer controladora. Ed tiene relaciones con ella, pero pronto oye la voz de su madre acusándola de promiscua y portadora de sífilis. La mujer se convierte en demonio a sus ojos. La asesina.

El descubrimiento posterior es espeluznante: vaginas guardadas en cajas, trajes de piel femenina, cabezas, corazones, cuerpos eviscerados, lámparas y cuencos hechos con cráneos humanos. Polillas revolotean como presagio del horror. Un periódico roído por las ratas anuncia la muerte de Mussolini: el mundo externo también está podrido. Los peritos fotografían todo; Ed dice no recordar nada.

Cuando subastan sus pertenencias, la gente se ríe de las máscaras, las toca, las usa para asustar. Alguien comenta: la guerra aumentó la maldad. Surge de nuevo la pregunta: ¿quién es el monstruo?

Del cine al mito

El eco de Gein llega al cine y la literatura: inspira a Norman Bates (Psicosis), a Buffalo Bill (El silencio de los inocentes), y a Leatherface (The Texas Chain Saw Massacre). Desde la cárcel, intercambia cartas con asesinos reales como es el caso de Richard Speck quien le confiesa que tiene un fan que planea matar mujeres en una universidad (Ted Bundy). Incluso delira creyendo hablar por radio con Ilse Koch, la “Zorra de Buchenwald”, y con Christine Jorgensen (les había mandado radios que jamás llegaron a destino), una mujer trans pionera. Comprende —o delira comprendiendo— que siempre habló consigo mismo y con su psiquiatra.

Ed muere medicado en el manicomio, fantaseando que lo acompañan los fantasmas de otros asesinos: Manson, Bundy, Brudos, Birdman, Buffalo Bill y tantos otros.

Su historia deja una huella indeleble: sus crímenes fueron detonantes en la construcción del horror moderno. Hitchcock ya lo advirtió: el asesino contemporáneo no viene del espacio, de Egipto o de Transilvania. Lo peor puede llegarnos a través de ese vecino amable. El terror ya no es sobrenatural, sino psicológico.

 

Posdata: Robert Bloch escribió Psicosis en 1959, inspirado en Lovecraft y, sobre todo, en Ed Gein. Desde entonces, el horror dejó de ser externo para volverse íntimo: el monstruo es humano.


Alejandra Porchiia ❤

No hay comentarios:

Publicar un comentario