viernes, 8 de agosto de 2025

I Origins y la certeza de la duda


 ¿Y si nuestras almas se reciclaran?



(Alerta de spoiler)

Presentada en el Festival de Cine de Sundance en 2014, I Origins, dirigida por Mike Cahill y protagonizada por Michael Pitt, Brit Marling y Àstrid Bergès-Frisbey, es una joya del cine independiente que nos sumerge en un drama tan inquietante como hipnótico.

Once años después de su estreno, llegué a esta película —gracias Myriam por la recomendación— y quedé absolutamente flipando. Tiene un cierre perfecto, incluso en su escena postcréditos, donde ya se insinuaba la biometría como herramienta científica mucho antes de que este debate se volviera cotidiano.

La historia sigue a Ian Gray, científico biomolecular obsesionado con refutar la idea de que el ojo humano es obra de un “arquitecto de la vida” (visión creacionista). Para él, todo es evolución… hasta que aparece Sofi, una joven misteriosa que conoce en una fiesta, enmascarada, mostrando únicamente sus ojos. Fascinado, Ian le toma una foto, sin sospechar que esa mirada derrumbará muchas de sus certezas.

Ella lo introduce en un mundo espiritual que él desprecia… hasta que una tragedia y la muerte los separan.

Tiempo después, Ian inicia una relación con su asistente —una “Milena Maric” de la vida—, Karen, con quien tiene un hijo, Tobías. La vida parece estabilizarse hasta que aparece la Dra. Jane Simmons, quien bajo la excusa de detectar un posible trastorno en el niño, le realiza pruebas que en realidad buscan otra cosa: comprobar si es un alma reencarnada.

En una conversación clave, Kenny —amigo de Ian y programador en una empresa de datos biométricos— aclara que la identificación por iris no depende del color, sino de patrones únicos de criptas, surcos y texturas. Y lanza, entre sonrisas: “Eso sería estadísticamente imposible” al hablar de reencarnación.

Pero lo “imposible” se tambalea cuando, buscando patrones de iris duplicados, encuentran en la India a una persona con el mismo patrón que Sofi… y con un registro de tres meses atrás, pese a que ella había muerto siete años antes.

Karen impulsa a Ian a viajar. Tras meses de búsqueda, encuentra a Salomina, una niña con los ojos exactos a los de Sofi. La invita a comer y le hace pruebas: apenas supera el 40%. La ciencia podría descartarla, pero Ian ya ha sentido grietas en su inclinación a lo racional y tengo al menos dos hechos que lo comprueban:

  • Cuando se incomodó con el perfume de una camarera, como si despertara un recuerdo ajeno a su vida presente.

  • Cuando subió por las escaleras junto a Salomina en lugar de ir por el ascensor, mientras que el “hombre de Dios” que conoció en el hotel sí lo hace...

Y luego, amigas, la secuencia que nos muestran que bajarán en ascensor se convierte en un momento clave: Ian puede decir adiós a Sofi. Como canta The Do: “Don’t be tempted to look back”.

La escena postcréditos es pura piel de gallina: la Dra. Simmons revisa la base de patrones duplicados y vemos desfilar figuras históricas, algunas malvadas, otras heroicas. Y una pregunta entre tantas queda flotando:
¿Estamos condenados a un bucle eterno?


Alejandra Porchiia ❤

2 comentarios:

  1. Es una de esas películas que amaré por siempre. Lo supe cuando la terminé. Va y viene entre el mundo racional y empírico de la ciencia y el universo de lo intangible, metafísico y espiritual. Ese vaivén entre ambas miradas sobre la existencia humana y como se cuenta la historia, me generó ese impacto que solo el arte puede atravesar: conmovida y asombrada ante tanta belleza convertida en película.
    Amo que el arte nos una siempre, amiga. Por más películas para compartir.

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    1. No tengo más que palabras de agradecimiento por esta y tantas otras recomendaciones. Gracias siempre por ser mi faro y guía en este camino hermoso que es el arte. Te abrazo y celebro, amiga mía. 💖

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